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Su rostro es un lienzo de luz y misterio, donde cada rasgo parece tallado por el suspiro de un artista.

La piel, suave como seda bañada por la luna, lleva el cálido tono del ámbar con un rubor tenue en las mejillas, como si el sol hubiera dejado allí un beso fugaz. Los labios, finos pero expresivos, se curvan en una sonrisa que no termina de dibujarse—un secreto a punto de revelarse, pintados de un rosa antiguo que recuerda a pétalos de peonía.

Los ojos son el centro del universo: grandes, almendrados, con un color que cambia según la luz—verdes como musgo en la sombra, dorados como miel al sol. Las pestañas, largas y levemente curvadas, proyectan sombras que dibujan mapas de emociones en sus pómulos.

Las cejas, arqueadas con elegancia natural, enmarcan una mirada que habla sin palabras. Y sobre su frente, unos cabellos rebeldes—escapados de un moño despreocupado—acarician su sien, brillando con reflejos de castaño y caramelo bajo la luz.

Hermosa imagen del rostro de una mujer.

$5.000,00
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Su rostro es un lienzo de luz y misterio, donde cada rasgo parece tallado por el suspiro de un artista.

La piel, suave como seda bañada por la luna, lleva el cálido tono del ámbar con un rubor tenue en las mejillas, como si el sol hubiera dejado allí un beso fugaz. Los labios, finos pero expresivos, se curvan en una sonrisa que no termina de dibujarse—un secreto a punto de revelarse, pintados de un rosa antiguo que recuerda a pétalos de peonía.

Los ojos son el centro del universo: grandes, almendrados, con un color que cambia según la luz—verdes como musgo en la sombra, dorados como miel al sol. Las pestañas, largas y levemente curvadas, proyectan sombras que dibujan mapas de emociones en sus pómulos.

Las cejas, arqueadas con elegancia natural, enmarcan una mirada que habla sin palabras. Y sobre su frente, unos cabellos rebeldes—escapados de un moño despreocupado—acarician su sien, brillando con reflejos de castaño y caramelo bajo la luz.