¡Celebra a Papá con Regalos Únicos y Personalizados!

Un ser diminuto y vivaz, hecho de llamas danzantes que nunca se apagan. Su cuerpo es una silueta escurridiza de brasas brillantes, con contornos que se desdibujan como el humo, cambiando de forma con cada movimiento. Sus ojos, dos puntos de luz más intensa, parpadean con curiosidad o malicia, según su humor.

Las llamas que lo componen no queman, pero irradian un calor reconfortante, como el de un hogar en invierno. A veces, se enciende en tonos rojos furiosos; otras, brilla en dorados suaves, como el rescoldo de una fogata al amanecer. Cuando ríe, chispas doradas escapan de su boca, iluminando el aire como luciérnagas efímeras.

Se mueve con la ligereza del viento, dejando tras de sí un rastro de cenizas brillantes que se desvanecen al instante. Su voz es un susurro crepitante, como leños ardiendo, y sus palabras huelen a madera quemada y miel tostada.

Es travieso, pero no cruel: juega escondiéndose entre velas, asoma en chimeneas o se enrosca en espirales sobre teas encendidas. Si lo tratas con respeto, quizá te cuente secretos del fuego… o te guarde un poco de su calor para las noches frías.

Pequeño duende del fuego.

$5.000,00
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Un ser diminuto y vivaz, hecho de llamas danzantes que nunca se apagan. Su cuerpo es una silueta escurridiza de brasas brillantes, con contornos que se desdibujan como el humo, cambiando de forma con cada movimiento. Sus ojos, dos puntos de luz más intensa, parpadean con curiosidad o malicia, según su humor.

Las llamas que lo componen no queman, pero irradian un calor reconfortante, como el de un hogar en invierno. A veces, se enciende en tonos rojos furiosos; otras, brilla en dorados suaves, como el rescoldo de una fogata al amanecer. Cuando ríe, chispas doradas escapan de su boca, iluminando el aire como luciérnagas efímeras.

Se mueve con la ligereza del viento, dejando tras de sí un rastro de cenizas brillantes que se desvanecen al instante. Su voz es un susurro crepitante, como leños ardiendo, y sus palabras huelen a madera quemada y miel tostada.

Es travieso, pero no cruel: juega escondiéndose entre velas, asoma en chimeneas o se enrosca en espirales sobre teas encendidas. Si lo tratas con respeto, quizá te cuente secretos del fuego… o te guarde un poco de su calor para las noches frías.